Si uno se descubre haciendo trampas cuando se somete a una dieta exigente o siente el impulso irresistible a consumir pan, pastas y dulces, no es que uno sea tolerante consigo mismo, ni la soluci243;n pasa por dejar de comer los alimentos apetecidos.
La avidez por los hidratos de carbono tiene un origen biol243;gico. Pero la correcci243;n de la causa no significa negarnos los alimentos que m225;s nos agradan.
Por el contrario, se trata de una dieta que promueve una p233;rdida de peso permanente e incluye, cada d237;a, una "comida premio". La dieta de los hidratos de carbono es, en realidad, una manera de comer, placentera y sin complicaciones.