Desde la década de los 80 numerosas organizaciones y movimientos indígenas y afrodescendientes han articulado sus reclamaciones identitarias y políticas en torno al concepto de territorio. Este concepto, que ha sido reconocido por el Convenio de la OIT sobre pueblos indígenas y tribales (Convenio nº 169 de 1989), sobrepasa las demandas sobre la tierra ya que el concepto territorio engloba no sólo el suelo sino el subsuelo, la masa forestal, los recursos hídricos y, a la vez, reconoce unos derechos colectivos, -inalienables e indivisibles-, así como la autonomía étnica. Las primeras reclamaciones fueron impulsadas por los grupos amazónicos y posteriormente adoptadas por numerosas comunidades indígenas y afrodescendientes especialmente en Colombia o Brasil. Las demandas de territorio, más allá de las implicaciones económicas de territori, se han convertido en un recurso simbólico y político en el proceso de etnogénesis de estas sociedades. Por lo que respecta al concepto de resistencia, éste ha generado un gran número de trabajos desde la antropología o la etnohistoria siguiendo los paradigmas metodológicos del postestructuralismo y los estudios postcoloniales. Estos trabajos han abierto nuevos interrogantes y debates teóricos en la medida en que el uso ambiguo del término "resistencia" ha planteado dudas en la definición del propio concepto.