Las sociedades humanas se estructuran según el principio de la organización holográfica: en ellas, las partes -básicamente, los sujetos que las constituyen- reflejan -y, en cierto modo, son- el todo social en el que habitan. Por esta causa, ese todo es algo más que la suma de sus partes -es una realidad infinitamente reflexiva y, así, autotrascendente.
A diferencia de lo que ocurre con los hologramas ópticos o biológicos, el holograma social humano no se configura en el espacio ni en la materia física, sino que tiene como medio propio el ámbito de las conciencias. Se trata de un ámbito transubjetivo, cuya forma peculiar de objetividad es justamente esa transubjetividad. De ahí que la ontología clásica, objetivista, no pueda representarlo. Una intuición adecuada del mismo exige una ontología capaz de capturar el carácter fractal -ontológicamente fracturado- del objeto social.
Esta obra explora las bases de esa ontología a través del examen de la competencia social propia de nuestra especie, de la socialidad humana y la compleja estructura modal que la caracteriza.
"Por primera vez -que yo sepa- tenemos una propuesta puesta al día de una ontología en sentido fuerte de la socialidad humana... Estamos -creo- ante un hito importante en el desarrollo de las ciencias noológicas» (Jesús Ibáñez).
"...una notable incursión en las ideas de clausura organizacional y apertura informacional, y otras nociones similares como autoorganización de la vida y de la evolución social» (Gordon Pask).