En el sureste peninsular, los condicionantes climáticos (precipitaciones exiguas, totales anuales en torno a 300 mm. y espasmódicas) combinados, en ocasiones, con las disposiciones del relieve determinaron las directrices básicas que, tradicionalmente, los hombres han tenido que seguir para hacer viable un aprovechamiento racional del territorio que les permitiera su supervivencia, obligando a sus pobladores a tener una doble aptitud, de una parte buscar los medios para aprovecharlas y procurar repartirlas a lo largo de todo el año y, de otra, controlar su capacidad erosiva y adoptar las medidas necesarias para defenderse de las ondas de crecida.