En otoño de 1973 el escritor Peter Matthiessen y el zoólogo George Schaller emprendieron una expedición a la Montaña de Cristal, en la meseta del Tíbet, para estudiar los hábitos de un animal no muy conocido: el bharal o cordero azul himalayo. Pero su auténtica esperanza era poder ver al más hermoso y raro de los grandes felinos: el leopardo de las nieves. Para Matthiessen, adentrarse en la tierra de Dolpo, último enclave de la cultura tibetana en estado puro, significará mucho más que una expedición naturalista o una aventura: despojarse de las ventajas y las ataduras de la civilización, convivir con hombres y paisajes en su más elemental belleza, penetrar en sí mismo por las vías que le proporciona el budismo o el zen: ahí están, abiertas y sugerentes, las huellas del leopardo de las nieves. «Un hombre sale de viaje y es otro quien regresa.» Ése es el sentido del viaje de Matthiessen, como lo es de todo auténtico viaje.