En el marco de la estética modernista y simbolista de principios de siglo, en un mundo cerrado, de retoricismo poético, el autor recrea dos apasionados idilios con multitud de elementos comunes: la mortal enfermedad de las dos heroínas inundará sus amores de ansiedades y melancolía y despertará en los amantes el remordimiento y el sentimiento de culpa ante el adulterio y sus consecuencias. Junto a la poética intimista de las dos piezas, Valle-Inclán despliega con ambigüedad una ironía y un sarcasmo todavía suaves pero que otorgan ya concesiones a lo grotesco. El lenguaje vivo y realista de algunos de sus personajes anuncian la gran capacidad caricaturesca de su escritura, sello de identidad de su dramaturgia más madura. En ellas, Valle-Inclán despliega con ambigüedad una ironía y un sarcasmo todavía suaves pero que otorgan ya concesiones a lo grotesco.