Aguas territoriales es una reflexión sobre el género poético y sobre las responsabilidades del escritor en la sociedad contemporánea. La poesía es para Luis García Montero un género de ficción, un ejercicio de elaboración literaria que tiene poco que ver con la expresividad espontánea y con la improvisación. Lo mismo que los novelistas y los dramaturgos, los poetas inventan un mundo, le dan vida a un personaje, juegan con las anécdotas y con la realidad. Aunque las convenciones de la poesía suelen refugiarse en los mitos de la sinceridad, un poema significa siempre un ejercicio de ficción, es el resultado de un proceso de aprendizaje. El poeta no cuenta verdades, crea las condiciones para que en su obra se produzca un sentimiento de verdad. Por eso importa asumir los procesos de aprendizaje, el camino que lleva de los simples desahogos a las obras maduras.
Pensar en las incertidumbres actuales de la poesía significa también reflexionar sobre las condiciones de la vida contemporánea, un mundo fragmentario, asaltado por el irracionalismo, las supersticiones y la técnica inabarcable, parece haberle quitado al ser humano su autoridad sobre la historia. Plantearse el compromiso y la responsabilidad social de la literatura obliga a buscar una tribuna desde donde sea posible opinar sobre la realidad, construir el futuro como se construye un poema o una página literaria. Reivindicar la artificialidad de la página escrita o de la historia implica defender la libertad del ser humano a la hora de organizar libremente sus sociedades. Parece necesario un análisis progresista de la postmodernidad. Los poetas están acostumbrados a realizar una lectura romántica de la Ilustración, denunciando las contradicciones de la modernidad. García Montero propone una lectura ilustrada del Romanticismo, en busca de aquellos valores modernos que permitan recuperar el impulso humano de autoridad sobre la historia.