«La menestra exhala un vapor denso y dulce, aturdidor: un incienso alimentario. Pero aún más que el incienso, perfuma a redención esta santa sopa. Se han buscado, recogido y colocado con las patatas endulzadas por el hielo y la cebolla reforzada por el exilio en la bodega, siete hierbas del espíritu, o sea: orégano y ajedrea, alcarabea y salvia, romero, ruca y laurel. En un aliento ya no candente de brasas de la chimenea se han disuelto en duradera ebullición los fermentos del farro, y, a escondidas de la Cuaresma, lo han engrasado con un buen trozo de tocino. Porque este venerable trigo de los montañeses no alimenta lo suficiente para mantenerlos en pie durante el invierno.»
Maurizio Maggiani, prestigioso Premio Strega 2005, nos transporta a una comunidad refugiada entre picos y desfiladeros que se abren al oeste, al azul del mar, y a valles estrechos y secretos que esconden, protegen y conservan. Una comunidad que ha existido y aún prospera en la continuidad épica de los hombres libres. Hombres y mujeres que parten y regresan, que aparecen y se desvanecen o callan, portadores de dones, de «buenas noticias», conscientes de que esos valles, esos picos, esos bosques los hacen distintos, los educan y los contienen. Maggiani encuentra un camino en la memoria que se inicia a principios de siglo y sigue hasta hoy, sin que nunca desfallezca el aroma legendario de su comunidad, el estandarte de gracia, rabia y amor que el narrador entregará a quien está por nacer.
La novela entera es un cuento de hadas. Cargada de emociones y lirismo verbal, contiene en ella desde los condados imaginarios de Faulkner hasta los océanos fantásticos de Stevenson.