Para apreciar los fenómenos literarios, hay que saber cuáles son las características globales de una civilización en un momento histórico determinado.
Esto supone un conocimiento de las mentalidades y de los sistemas de representación correspondientes, lo que implica que se tomen plenamente en consideración todos los fenómenos culturales, en particular los de la mayoría de la población y no sólo los de las elites.
Desde este punto de vista, el Quijote es una verdadera suma a principios del siglo xvii; en él vienen a reunirse múltiples tradiciones, tanto escritas como orales, tanto eruditas como "populares", pero al mismo tiempo, en él se vierten las tensiones y preocupaciones de un momento histórico, así como una nueva manera de orientar las miradas sobre el mundo hispánico de los últimos años del reinado de Felipe II y de los primeros de Felipe III.
Invierte además los códigos narrativos y hace prevalecer, gracias a la parodia, el entretenimiento de los lectores sobre cualquier forma de didactismo al uso.