Junto con el Fausto de Goethe y el Cantar de los Nibelungos, el Parzival (ca. 1220) de Wolfram von Eschenbach es uno de los principales mitos de la cultura alemana. Del interés que suscitó en su tiempo nos hablan los más de 80 manuscritos conservados, algo inaudito para una obra de esa época. Un interés que no ha dejado de aumentar con los años, suscitando una ingente bibliografía que, sin olvidar la famosa ópera de Wagner, ha tratado de esclarecer de diferentes maneras los numerosos misterios que esta obra guarda tan celosamente. Por muy asombroso que parezca, este poema de casi 25.000 versos permanecía inédito hasta ahora en castellano, faltando así el último y esencial eslabón del ciclo novelesco en torno al Grial. Von Eschenbach no sólo completa y desarrolla con mayor profundidad la historia inacabada que dejó Chrétien de Troyes a finales del siglo XII, sino que introduce una enigmática transformación simbólica que afecta a todo el sentido de la leyenda: el Grial ya no es una copa de efectos maravillosos, ni el cáliz de la Última Cena, sino una piedra mágica caída de la corona de Lucifer en el momento de su derrota, que proporciona todos los alimentos deseados. La ampliación del argumento y de la geografía, la nueva complejidad de sus personajes y del tema hacen de Parzival uno de los grandes poemas épicos de la Edad Media y quizá de todos los tiempos.