Si los personajes de esta peregrina novela son o podrían ser reales, no lo son, sin duda, muchos de los hechos que la perversa imaginación del autor les atribuye para solaz del lector, responsable final, con sus interpretaciones arbitrarias, de toda obra literaria. Lo que el autor lamenta y celebra, en todo caso, es haber sido incapaz de distinguir entre realidad e invención.