En cierta comunidad religiosa hay un hombre, el hermano Turis, que no acaba de adaptarse a la vida conventual. Se le nota tenso, nervioso, presa de una agitación impropia de la santa paz. ¿Será porque la vocación se le ha despertado demasiado tarde, porque ya no tiene edad de cambiar tanto y tan profundamente?
¿O será porque la organización clandestina que lo infiltró en el convento ha dejado de cursarle instrucciones y el hermano Turis no sabe qué hacer? Qué remedio le queda: tiene que emprender una minuciosa investigación, empezando por las primeras causas fundamentales: ¿por qué investigo?, ¿para qué?, ¿cómo?
A su alrededor se mueven, cómplices o enemigos, siempre inquietantes, las demás figuras del relato: el imprevisible padre prior, el seminarista de los ojos ardientes, el melómano silencioso, el descreído.
Hilando su análisis con creciente finura, Juan José Millás va haciendo de Letra muerta una novela en la que el lector se siente dúctil, abierto a todos los matices de la emoción.