“Hace unos años, poco antes de morir, Josep Vergés me envió unas carpetas con nuestra correspondencia de 40 años. Eran cartas contables y aburridas y las desestimé como posible objeto de edición. Posteriormente, al cambiar la dirección de destino, me hicieron ver que nuestras cartas no eran solamente interesadas, sino que por debajo de ellas, se manifestaba el nacimiento floreciente de una amistad. Alguien me descubrió el hecho de que Vergés aceptara naturalmente la subida de mis derechos al 15% y de que yo no le exigiera destruir el ejemplar de obra completa con más de 300 erratas, eran indicios de que algo más importante que el dinero se cocía allí. Reparé entonces en que nuestra correspondencia no era solamente el enfrentamiento entre un rácano editor catalán y un rácano autor castellano cargado de hijos, como pensé en principio, sino un primer contacto entre dos hombres de buena voluntad unidos por el afecto antes que por los intereses y llamados a sostener una fraternidad vitalicia. Aquí están estas cartas para que el lector juzgue.” Miguel Delibes