A partir del contacto entre Europa y América efectuado a través del viaje de Cristóbal Colón, sucesivas oleadas colonizadoras irían depositando de una manera sistemática la cultura española en el Continente americano. Cultura que llevaba en su seno el aporte de otras diversas civilizaciones, cada una de las cuales había dejado su propio rastro.
Cunado este venero cultural de usos, costumbres, manejo de los recursos y filosofía vital, entra en comunicación con América, recibe la influencia del Nuevo Mundo, que opera de dos formas: por una parte, la fuerza de su tierra única, su pujante Naturaleza; de otra, el elemento indígena.
En el paisaje americano se reproducían muchos de los escenarios naturales españoles, como las estepas, los humedales, las zonas áridas o las de montaña, lo que favoreció la implantación de culturas paralelas en relación con el uso del suelo, como aconteció con la agricultura y, sobre todo, con la ganadería y el empleo del caballo, que arraigaron fuertemente de uno a otro confín de América. Además, ese "factor ecológico", unido al elemento nativo, habría de influir sobre el resto del patrimonio cultural español: lengua, arquitectura, arte, música, costumbres, fiestas...
Como resultado de esta fusión de lo español con lo americano nacería la Cultura Hispana, que cosecha el pozo de muchas antiguas culturas sedimentadas en España, filtradas y transformadas por el vigor de la tierra americana. Una cultura de singular y creciente importancia en el mundo occidental de hoy, y cuyos altos valores merecen ser reconocidos y divulgados.