En 1549, Bernardino Daza Pinciano vertió al español uno de los libros de más peso en la cultura del Renacimiento y del Barroco europeos. En efecto, en 1531, con el Emblematum liber del milanés Andrea Alciato se había inaugurado el fulgurante género de los libros de emblemas. Para presentar esta traducción no sólo se utilizó uno de los mejores juegos de grabados elaborados hasta a fecha, sino que, además, se incorporaron diez emblemas nuevos aparecidos aquí, con el texto en castellano, antes que los propios originales en latín. La importancia de este libro, por tanto, no pertenece solo al ámbito de nuestra cultura y, sin embargo, desde aquella única edición no había vuelto a ver la luz de manera completa y sin alteraciones. Y no es fácil exagerar la influencia de esta obra ?ni la de la literatura emblemática en general- sobre todo tipo de artistas, arquitectos, poetas y dramaturgos durante prácticamente doscientos años. La introducción de Rafael Zafra nos ayuda a apreciar la obra en su totalidad, y las utilísimas tablas de correspondencias entre las distintas ediciones y clasificaciones de los emblemas nos orientan definitivamente a través de un libro que, desde su aparición hasta finales del siglo XVII, vería cerca de 150 ediciones.