Ludwig Hohl comenzó a escribir este relato en 1926, pero no lo dio por concluido hasta 1975, el año de su publicación. Varias décadas para un puñado de páginas cristalinas, donde poesía y filosofía conviven en estrecha intimidad, que cuentan los avatares de dos escaladores dispuestos a llegar a la cima de una montaña que se les resiste. El universo intemporal, diáfano y a la vez sombrío de los Alpes pone de manifiesto la personalidad de ambos: uno, el más resuelto, no desvía la mirada de la cumbre; el otro, el indeciso, renuncia y vuelve atrás. La narración, a la que Hohl infunde una aparente y enigmática simplicidad, semejante a la de ciertas parábolas orientales, acompaña a los jóvenes hasta el cumplimiento de su destino y se asoma al misterioso vínculo que se establece entre la muerte y la manera en que se ha vivido.