Cuenta Mesonero Romanos que Larra se distinguía "por su innata mordacidad". Un personaje de Galdós amonestaba: "Cuidadito con Larra, que tiene más talento que pesa; pero es mordaz y malicioso". No exenta de burla, la revista «El Jorobado» lo definía como "el temido y el elogiado Juvenal español".
Al margen de hipérboles y sarcasmos, lo cierto es que con 19 años se escribía él solo un periódico, y a los 25 destilaba rasgos de genio que otros no alcanzan en una vida. Unamuno, que sentía por Larra escasa simpatía, hablaba de su "oficio de escritor", del profesional de la literatura. Larra advirtió que "la literatura no puede ser nunca sino la expresión de la época". Y del mismo modo que a Galdós la sociedad le sirvió como "materia novelable", Larra la utilizó como "materia censurable". "Confieso que vivo todo de admiración", afirmaba corrosivo.
En su prosa, chispeante de humor y de ironía, se advierten con frecuencia los ecos de Cervantes. Cuando la corrupción política lo permite, puede alcanzar páginas de una brillantez que no es lícito olvidar. Como aquella en que Andrés Niporesas describe los "gajecillos inocentes que se vienen ellos solos rodados".Y añade: "Si saliera uno a saltearlo a un camino a los pasajeros, vaya; pero cuando se trata de cogerlo en la misma oficina, con toda la comodidad del mundo y sin el menor percance... Supongo, verbigracia, que tienes un negociado, y que del negociado sale un negocio; que sirves a un amigo por el gusto de servirle no más; esto me parece muy puesto en razón; cualquiera haría otro tanto. Este amigo, que debe su fortuna a un triste informe tuyo, es muy regular, si es agradecido, que te deslice en la mano la finecilla de unas oncejas... No, sino ándate en escrúpulos, y no las tomes; otro las tomará y, lo peor de todo, se picará el amigo, y con razón. Luego, si él es el dueño de su dinero, ¿por qué ha de mirar nadie con malos ojos que se lo dé a quien le viniere a las mientes, o lo tire por la ventana?"