«Mi tristeza era una pose, una forma de llamar la atención, una condición ineludible para convertirme en escritor.» Así habla el narrador de Pacífico, testigo de una novela familiar en la que, de puertas adentro, mientras afuera se hace el primer trasplante de corazón o el hombre conquista la luna, se van acumulando desgracias. Si la intimidad es aquello que no se debe compartir, porque nos debilita, Pacífico es un relato íntimo que hurga en las entrañas de sus personajes con una delicadeza excepcional, hasta convertirlos en seres inolvidables maltratados por la vida. Los miembros de esta familia han vivido en la inopia, pero la realidad los sacará de ahí a golpes. Un padre que pagará muy caros sus amores con la dueña de una perfumería, una madre que ha impuesto entre ella y sus hijos una especie de grueso cristal, un hermano que construye barcos en miniatura y al que destruirá una casualidad tan verosímil que sólo podrá creerse cuando suceda otra vez. Una comparsa de seres frágiles en manos de un destino al que le gustan las bromas macabras.