A pocos textos como el que ahora nos ocupa de José Angel Valente les sienta mejor la expresión varia invención con la que el escritor mexicano Juan José Arreola ha bautizado ese género inclasificable que oscila entre la prosa y la poesía y que suelen configurar las obras innovadoras en que predominan las indagaciones tanto en el terreno de la escritura misma como de las ideas. El fin de la edad de plata apareció por primera vez en España en 1973 en la editorial Seix-Barral y era hoy inencontrable. Al publicar en 1992 la traducción francesa, la selectísima editorial parisiense José Corti le añadió Nueve enunciaciones a modo de cuarta parte. No podíamos ser menos, y así reaparece también entre nosotros con toda la vigencia de los textos perdurables, indiferentes al paso del tiempo. De hecho, éste es un libro clave en la obra de Valente. Es ante todo el libro de una resistencia: a los poderes de cualquier especie y a su agresión institucionalizada; a esa «edad de plata» a la que Hesíodo se refiere como la edad de la desmesura y la violencia. Lugares, tiempos y culturas se confunden porque las cabezas de la Hidra se reproducen siempre y en todas partes: inquisición o macartismo, estalinismo o fascismo. Es, además, para Valente, el libro del «fin» de una época. Otra se abre, no obstante, al pensamiento poético, que convierte lo invisible y lo indecible en fundamento de una experiencia radical de la escritura. Gracias a las enseñanzas de los sabios orientales, a la Cábala, a los textos de los grandes hombres de espíritu europeos, y en particular españoles, Valente recobra una tradición en la que confluyen la poesía y la mística. La violencia de estas páginas, llenas de sarcasmo, escarnio, iluminaciones y pesadillas, abonan en todo momento la idea liberadora de transgresión.