"Todas las novelas son reaccionarias -me dice un crítico feo, marxista y sentimental- porque son como los coches: te metes dentro, viajas en ellas y te refuerzan la idea de que somos un yo autosuficiente y que el único problema consiste en encontrar la gasolinera oportuna cada tantos kilómetros y tener pasta suficiente para poder llenar el depósito." Quizá tenga razón. Y sin embargo.
Una mujer que ha pasado la cuarentena se reincorpora a la vida laboral trabajando en una oficina de asistencia social de la periferia sevillana dedicada a ayudar a mujeres en situación laboral, familiar o afectiva precaria. A modo de documento de trabajo o cuaderno de bitácora escribe un especial "Diario de campo" que nos introduce en una Sevilla desconocida y oculta, entre marginal e invisible, en la que habita un paisaje humano que no suele ser materia narrativa pero que estas páginas nos invitan a mirar.
Esta es una novela porque no se resigna a ser una de esas novelas donde érase una vez y dime espejito mágico si hay un yo más bello que el mío, porque sucede en este caso que no tiene razón el crítico y porque esta es novela tan valiente que a veces, muchas veces, es mucho más que una novela. Diferente.