Cosmés es un hombre inmaduro y entrañable, un ser bondadoso que no acierta a comprender el mundo que le rodea, un ciclista solitario, incansable, que surca los valles, los montes y las praderas, sin entender que su continuo pedalear no es más que un soterrado deseo de huir del mundo, de la gente y, quizás, de sí mismo. Le acompañan, entre otros, una anciana millonaria y promiscua, un budista políglota que llena la ciudad de pintadas para superar su timidez, una ex miss existencialista, un pintor brasileño enamorado de una togolesa inmensamente obesa, una cocinera leonesa eterna estudiante de inglés, un torero gabonés, un coleccionista de cuadros y una monja de clausura fiel seguidora de las noticias de las revistas de corazón. El ciclista solitario está conformado por seres desvalidos y enfermos de melancolía, cuyas vidas giran entre pasiones, abandonos y reencuentros, acompañados de robos de cuadros, cobros de herencias, misteriosos asesinatos y la necesidad de escribir un libro.