En La infancia de Nivasio Dolcemare (1941) el autor, como un juego de muñecas rusas, disfraza su personalidad con un nuevo nombre para poder recrear la mitología de su niñez en la Atenas aristocrática y cosmopolita de principios de siglo. Con su acostumbrado «realismo metafísico», Savinio bucea en las raíces de los mitos de nuestra cultura, donde bajo la deslumbradora luz del mediterráneo desfilan curiosos personajes entre el calor sofocante y el ruido de las cigarras. Ante nuestros ojos se sucede la vida de los salones de la diplomacia junto a las más insólitas experiencias, siempre destiladas por la agudeza y la distante ironía con que su autor se examina a sí mismo y observa el mundo.