Mirta y Robin, que se han prometido amor eterno, mueren por sobredosis. Pero la pasión que los consumió en vida no se ha extinguido y Mirta, fiel a su promesa, emerge de su tumba cinco días después del funeral. Mientras espera a que Robin se reúna con ella, descubre que el hambre atroz que la posee de manera constante sólo puede ser saciada con carne humana, que le confiere unos poderes sobrehumanos. La dulce e inocente Mirta se convierte en la inquietante y voraz Luna, una nomuerta, suspendida entre la vida y la muerte y condenada asimismo a llevar la muerte a los demás.