Para realizar este trabajo hemos creído conveniente presentar el mundo que vamos a describir usando los signos que se manejan en la representación pictórica y tipográfica con el fin de acercarnos cuanto sea posible a la enorme diversidad de imágenes que ofrece el paisaje Mediterráneo. Con el paso del tiempo el panorama se ha ido poblando de repertorios gráficos y pictóricos superpuestos a un espejismo de calles y paisajes, a los vestigios de un buen gusto y una idiosincrasia que ya pertenecen al pasado. Los relojes solares que proyectan su perfecta hora en las fachadas y las lápidas que acreditan la vida pretérita de personajes ilustres son testigos mudos de esas épocas a la vez que señalan la existencia de un peculiar universo circundado por las aguas del Mediterráneo. Constataremos que también aquí cada época tiene su lenguaje y sus propios contenidos, que las señales que configuran el patrimonio cultural tienen una semántica inconfundible. Sin embargo, estas imágenes no indican donde ir, si no que alientan al observador a tomar conciencia de dónde está, porque el hombre es parte imborrable del entorno por donde transita. Ahí están las palabras escritas, los números marcados, un conjunto de símbolos cuyo significado quizás no habíamos advertido.