El proceso de mundialización de la economía, que avanza vertiginosamente gracias a la aceptación generalizada de su correlato ideológico, el Pensamiento Único, muestra ya con claridad cuáles son sus principales objetivos: establecer el predominio absoluto del capital y derrumbar el modelo de protección social. Sus herramientas son simples: mano de obra barata y deslocalización sistemática, junto a una política económica y presupuestaria desvinculada de las necesidades reales y cada vez más dependiente de las tasas de interés y de los tipos de cambio.
Los resultados están a la vista: aumento de las desigualdades, paro endémico a pesar de la permanente moderación salarial, separación creciente entre el pueblo y las élites políticas, y un horizonte preocupante en términos de protección social y empleo. Para Jorge Verstrynge, sólo regresando a un modelo de desarrollo autocentrado, que estimule el consumo interno -incluyendo el establecimiento de un salario de ciudadanía- y que no convierta la lucha contra la inflación en un fetiche religioso, será posible combatir el principal problema de nuestra época: la falta de trabajo.