En 1936 Francisco Franco instauró como cabeza del gobierno bajo el amparo de una iglesia católica nacionalista e intransigente cuyos vasallos pretendieron recristianizar España a la fuerza, imponiendo la pureza de fe y de costumbres en la sociedad. La breve libertad de culto de la II República quedó zanjada bajo una normativa opresora que no permitía vivir ni morir en paz a aquellos que no comulgasen con la iglesia de Roma.
Pero siempre existieron otros españoles orgullosos de serlo, dispuestos a luchar por su país. Perseguidos, marginados, encarcelados y reprimidos, los protestantes de España supieron vivir su fe en un Dios misericordioso y fiel en medio de la adversidad y de un país al que amaban pero no les correspondía. La historia del sufrimiento y la persecusión de los protestantes durante los años del franquismo muchas veces ha quedado relegada a un segundo plano, a veces por sus propios protagonistas, satisfechos de la sociedad democrática que empezó a gestarse con el Estado aconfesional que garantizó la Constitución de 1978.
Sin embargo, es el deber de un pueblo guardar memoria de su Historia, y por esa razón Juan Antonio Monroy nos cuenta en Un protestante en la España de Franco su propia vida como testigo excepcional de aquella época: una Historia de España diferente, real y cruda, que no sale en los libros. Monroy no dejó de luchar por defender su fe y la de sus hermanos en uno de los escenarios más hostiles que se podían encontrar. Su testimonio, reflejo del de cientos de cristianos protestantes españoles, debe quedar para la posteridad como recordatorio de aquellos que lucharon sin desmayar por garantizarnos la libertad que disfrutamos hoy.