El negocio de los medios de comunicación está no tanto en proporcionar información y entretenimiento a sus clientelas, como en vender lectores y audiencias a los anunciantes.
La prepotencia actual del entretenimiento conlleva el que las noticias, los comentarios, los programas, tiendan a ser ligeros, amenos, incluso morbosos, porque para alcanzar al mayor número de personas hay que descender al mínimo común denominador intelectual. Esto empieza cada vez más pronto en la vida, con mensajes publicitarios a los niños y a los jóvenes ya desde la escuela.
La educación, la información y el entretenimiento son actividades donde las empresas se concentran, se pelean y se coaligan, en un mercado cada vez más global y en el que el poder financiero impone sus reglas. Ello favorece un cierto modo de democracia, la democracia mediática, término que designa esa convergencia entre educación, información y entretenimiento que favorece la transformación del ciudadano en consumidor y convierte a las elecciones políticas en una oferta publicitaria.