¿A qué se debe el extraordinario éxito de los libros de Tony de Mello? "Muy sencillo" -decía Pedro Miguel Lamet en septiembre de 1987-: "es una manifestación más del hambre de espiritualidad que cunde por el mundo. Ahora bien, este hambre tiene unas características muy especiales. A la gente no le van las fórmulas hechas: las palabritas piadosas que suenan al Ripalda: los caminos trillados que nunca les lograron despertar. Hay como una ansiedad, no siempre bien orientada, hacia una amplitud de conciencia. El hombre de hoy, metido en un profundo cambio cultural, quiere primero saber quién es él, qué ataduras tiene, cuáles son las cosas que le impiden caminar: y quiere recuperar a Dios por encima de lo que durante muchos años ha identificado con el nombre de Dios: leyes, normas, doctrina no hecha carne, palabras ajenas a la vida. Por eso solía decir Tony de Mello que 'nuestra espiritualidad violenta nos ha creado problemas', o que 'Jesucristo tiene una fama pésima por lo que se dice en los púlpitos de él', o que 'es muy difícil reconocer al hombre santo, porque parece igual que los demás. Cuando tu santidad se hace evidente, yo tengo mis sospechas', o que 'muchas veces fallamos porque nos tomamos las cosas demasiado en serio'. En una palabra, si queremos hacer creíble el cristianismo, necesitamos ir a lo profundo, ir mucho más allá". A eso tiende este segundo volumen de La oración de la rana, al que auguramos el mismo éxito que han conocido los restantes libros del fallecido jesuita indio.