Mientras Petrarca concentraba todo su esfuerzo en la impresionante arquitectura de su «Canzoniere» ajustando su vida a un proyecto de espiritualidad, Boccaccio reafirmaba su ideología literaria, mucho más a ras de tierra, volviendo a copiar el «Decamerón», en donde años atrás, había dejado ya bien sentado su vitalismo, su exaltación de la inteligencia humana y su proyecto laico de vida en el que la literatura cumple un papel esencial.
El «Decamerón» logró superar hasta tal punto el género de las " colecciones de cuentos " que le habían precedido tanto en Europa como en la tradición oriental, que por muchos modelos que comparemos, por muchas correspondencias que establezcamos con esa tradición, nada explica suficientemente la impresionante modernidad que el libro aporta y el enorme placer que produce su lectura.