Esta primera novela de un estudiante japonés de veinticuatro años fue galardonada con el prestigioso premio Akutagawa. En seis meses se vendieron un millón y medio de ejemplares y el libro desencadenó pasiones. La crítica japonesa habló de «sensibilidad revolucionaria», de «mirada como el zoom de una cámara», de «filtro de lucidez, a través del cual la violencia y el erotismo más crudo adquieren una extraña pureza». Aunque también se acusó a Murakami de cultivar sistemáticamente la pornografía y la brutalidad. En los Estados Unidos, la revista Newsweek la recomendó como «una mezcla de La naranja mecánica, de Burgess, y El extranjero, de Camus».
Los protagonistas de esta novela, chicos y chicas en su mayoría jovencísimos, viven cerca de una base norteamericana, consumiendo toda clase de drogas, yendo a conciertos de rock, organizando orgías para los soldados yanquis, todo ello sin aparente pasión ni placer. Con emblemática pasividad, se deslizan hacia la autodestrucción, como resultado no sólo de su situación presente, sino de su futuro bloqueado. El tratamiento del autor, frío y antisentimental, destila sin embargo un sentimiento de algo puro y no mancillado. Su técnica, con su ausencia de tabúes, de condenaciones morales y de detalles superfluos, se aproxima al cinéma-vérité, con unos toques de surrealismo.