La pregunta ¿qué sentido tiene la vida ?, monopolizada por la filosofía y las grandes religiones, ha abandonado la esfera pública y se ha convertido en una cuestión íntima y privada. Y el hombre, que se enfrenta ya en solitario a la complejidad de la vida (la muerte, el amor, el deber, por no hablar de cuestiones candentes como la manipulación genética), reacciona de dos maneras : o bien humanizando lo divino —tendencia que caracteriza desde el siglo XVIII a todo el laicismo europeo y contra la que lucha la jerarquía católica—, o bien divinizando lo humano —idea que se desprende de movimientos tales como la bioética y el humanitarismo— ¿Nos hallamos, pues, ante el advenimiento del hombre-Dios ?