Este documentado estudio de Harold Nicolson desmonta la tópica interpretación que aseguraba que lord Byron (1788-1824) había viajado a Grecia inspirado sólo por su entusiasmo helénico. En lugar de ello, Nicolson muestra un retrato de Byron mucho más complejo y fascinante: el de un hombre totalmente inmerso en un estado de gran confusión mental. Durante su exilio en Italia, se había apoderado de él una enorme agitación, que le inducía a intentar rehabilitarse ante los ojos de sus compatriotas ingleses mediante alguna acción singular y de gran nobleza. Para él, la independencia griega suponía un rayo de esperanza, una gran oportunidad personal y una especie de retorno a su feliz pasado. En última instancia, su valeroso viaje sólo le haría sufrir una larga sucesión de humillantes fracasos. A pesar de todo, se negó a abandonar la causa incluso cuando, al final, ya se había desvanecido cualquier posibilidad de éxito.