¿Sabe usted por qué se relaciona a San Arcadio y San Cucufato con los compañones? ¿Sabe lo que es ser alcalde de caballos? ¿Y el sarpullío inglés? ¿Y un caliqueño?. ¿Y los cominitos? ¿Le suena lo de “niños carráncanos”? Al mismo tiempo seguro que no conoce, o sí, nuestras frases hechas más usuales: “el manso y la botica”, “hasta que huela a ajos”, “olerse el tosti”, “tener un viejo en la barriga”, “tevanterá tú lo que le ponen al puente” o “zurro que te ví”, entre tantas otras que no figuran en el diccionario de la Real Academia. Búsquelas aquí, en este diccionario de “andar por casa”, porque las adopte o no, el lector en todo caso las oirá y, debería entenderlas. Este es el planteamiento que ha llevado a Manuel González Salas a convertirse en observador vocacional del lenguaje coloquial de los sevillanos, testificando tanto sus agudezas y su ingenio como sus imperfecciones. Con todas las excepciones que se quieran, el habla que aquí se documenta con más de tres mil voces constituye el día a día de nuestra comunicación oral más elemental y “entenderla es la cuestión”.