En la utopía encontramos un relato del cierre de la historia: nada menos que el advenimiento del futuro perfecto. Un futuro del que, desgraciadamente, siempre estamos a la zaga. Pero una vez alcanzada la utopía, sabemos que ya no habrá necesidades que cubrir ni esfuerzo que consumir; no padeceremos enfermedades, ni crímenes, ni desigualdades, ni habrá celos, ni envidias, ni rencores porque se habrá abolido la familia, la propiedad, el Estado, el trabajo, incluso la identidad de los individuos y todas las demás formas odiosas de sujeción que son la causa de todos los males.