Julien Offroy de La Mettrie, nacido en Saint-Malo en 1709, es
un caso extremo de lo que Schopenhauer llamó «pensar
por sí mismo», o Nietzsche un «espíritu
libre», pues llevó hasta el límite la capacidad de
pensar al margen de todo prejuicio, de toda autoridad, hasta el punto de
que ese pensamiento no pudo ser compartido en toda su extensión
por nadie. La idea fundamental en el pensamiento de La Mettrie es el materialismo,
es decir, la idea de que lo primordial en el universo es la materia, el
cuerpo, y que los fenómenos espirituales o mentales son algo derivado
de esa materia. Una vez concebida la naturaleza como un conjunto de máquinas
autónomas, donde no hay más que materia, motivo central del
primer texto de este volumen, El hombre máquina, el filósofo
funda sobre esta concepción una ética que se basa en el goce,
es decir, en la «tendencia de los cuerpos», tema del que se
ocupa en el segundo texto, El arte de gozar. El sentido de la existencia,
para La Mettrie, no hay que buscarlo fuera de ella: es ella misma, es decir,
el propio funcionamiento de la máquina, el ejercicio de su sensibilidad.
El tipo virtuoso pasa a ser, por tanto, el hombre voluptuoso, el hombre
que ama la vida. Esta postura, dado el fundamentalismo religioso imperante
en la época, indignó a todos sin excepción por la
inmoralidad que en ella veían.