Esta obra fue escrita por Erasmo para responder al encargo que el Canciller de Brabante, preceptor del príncipe Carlos, le había hecho en la primavera de 1515 al tiempo que le nombra consejero del futuro emperador. Ante ello, siente la necesidad de orientar al gobernante cristiano frente al príncipe maquiavélico, quien, mediante una razón de Estado abusiva, ofrece un directorio político astuto, amoral y pesimista.
La obra está atravesada por tres ideas clave: su decidida intención pedagógica, el humanismo evangélico que preside todo el tratado, y el pacifismo integral. Así, Erasmo se anticipa a los europeos, mostrando la sensibilidad del intelectual que, con la pluma en la mano, incita a no combatir.
La trascendencia de Institutio Principis Christiani fue enorme, ya que puede decirse que toda la política imperial estuvo inspirada en la filosofía erasmiana. Ésta influyó en la literatura denominada «espejo de príncipes», de suma importancia en el pensamiento europeo posterior.