Lo que el espectáculo del mundo sugiere finalmente al filósofo ?espectáculo que de ninguna manera es su objeto, sino sólo el espacio indistinto donde proceden algunas verdades, condiciones para que exista ese lugar de pensamiento que es la filosofía? es que la crisis es general. Y no solamente la del Estado-partido del Este: también la del Estado-partidos del Oeste. Pues se trata de la perturbación a la que es arrojado el mundo por haber agotado sus efectos el enunciado milenario que identifica la política con el Estado. Y si este enunciado agotó esos efectos es, justamente, por haberlos llevado hasta el corazón de la voluntad emancipadora. El fin de ese monstruo, el comunismo de Estado, arrastra en su caída y desvitaliza a toda subjetividad política que pretenda, sea bajo el tema revolucionario, sea bajo el tema del derecho, aparear la coacción estatal con la universalidad liberadora. Desde este punto de vista, tanto en los países del Este como en los países del Oeste, la historia de la política comienza. Comienza apenas. La ruina de toda presentación estatal de la verdad inaugura este comienzo.»