En Barcelona sin filtro pasa de todo: turistas de distintas procedencias, manifestaciones de carácter político, deportistas (pero no olímpicos), gente paseando en bicicleta o tomando café, antisistema, grupos callejeros de música, estatuas humanas, novias, skaters, niños, otros fotógrafos, artistas, perros, grúas, el cielo a todas las horas, las cuatro estaciones, el centro convertido en periferia, edificios (pero ninguno de los canónicos, ninguno de los oficiales: que no esté la Sagrada Familia o la Casa Batlló o el Museo Picasso es una contundente declaración de intenciones contra la Barcelona de manual), maletas, pintadas cuya directa y urgente interpelación es difícil de ignorar, el silencio y el ruido, la soledad más brutal y amores que hacen arder la página.“Pasa Barcelona, es decir, una Barcelona, la de Kike del Olmo, a la que se ve pasar sin prejuicios, sin tópicos, sin preguntas capciosas, sin ideologías previas camufladas, sin trampas, sin obligaciones, sin prisas.” (Del prólogo de Jesús Aguado)