Los poetas nacidos entre 1959 y 1979 en nuestro continente son los hijos del fin de las utopías sobre la postmodernidad. Si los he escogido aquí como referencia no es porque crea que existe entre ellos una suerte de sensibilidad común o un aire de familia, sino porque constituyen histórica y literariamente la primera o las primeras generaciones de poetas hispanoamericanos que crecen, se forman y comienzan a publicar en esas aguas revueltas que son nuestras últimas tres décadas. Parra afirma que a los treinta años un hombre deja de ser poeta o lo es ya para siempre. Los mayores de este grupo tenían esa edad cuando cae el muro de Berlín en 1989 y, según algunos historiadores, concluye el siglo XX; los más jóvenes la alcanzan en esta víspera de los bicentenarios de nuestras repúblicas, cuando ya nos adentramos en un nuevo milenio y en otra manera de entender y practicar la poesía. Unos y otros han atravesado una época marcada por fenómenos tan variados y determinantes como la desaparición de la Unión Soviética y los atentados del 11-S, el avance de la globalización y la masificación de la industria cultural, el surgimiento del multiculturalismo y los procesos de transición democrática, la crisis ecológica y la generalización de las ideas neoliberales, el desarrollo vertiginoso de las comunicaciones y la revolución informática. Sin embargo, en lo que nos concierne, el fenómeno principal es la atomización y la diversificación del concepto mismo de poesía que ha acarreado el derrumbe del sistema moderno y el ocaso de la lógica historicista que lo animó durante dos siglos.
G. G.