Carlos Marzal es, sin lugar a dudas, uno de los referentes principales de su generación y de la mejor poesía de ahora mismo. Desde la inteligencia y contra el entendimiento más sensato, avanzando por una selva de paradojas, su personaje ha necesitado descender los escalones de su infierno particular para poder afianzar, frente a las enseñanzas del dolor, frente al sinsentido de la realidad y al inevitable escepticismo, «una fuerza moral contra el destino»: el insensato entusiasmo, la reivindicación de la felicidad, «la rabia jubilosa de estar vivos», el homenaje a la materia en sus epifanías, el cántico general, en suma, que vence en Metales pesados y que arrolla en Fuera de mí. Francisco Díaz de Castro