Sin previo aviso y con reparos, apareció en Francia, en febrero de 1995, Eleutheria, una obra de teatro que Samuel Beckett jamás quiso publicar en vida y que dejó encargado a su albacea literario, el editor Jérôme Lindon, fundador y director de Les Editions de Minuit, que nunca sacara a la luz. Beckett jamás renegó de su primer trabajo en lengua francesa, escrito en 1947, pero sí creía que se trataba de una obra imperfecta que no debía ser presentada al público. Sin embargo, hoy, JeanPierre Thibaudat escribe en Libération : «En los años cincuenta, aun cuando no fuera una obra maestra, la lectura de Eleutheria habría podido ser -y lo es ahora- absolutamente excitante-. Lindon, «descubridor» de Beckett, su editor fiel, amigo y confidente, conservó, pues, respetuosamente el manuscrito original durante cuarenta años, ignorando, u olvidadando tal vez, que otro editor, que había publicado su obra en Estados Unidos, disponía de una copia que le había entregado el propio Beckett en un momento de dificultad del editor y, por lo visto, de generosa debilidad del autor. Durante dos años Lindon intentó evitar que su colega norteamericano publicara la versión inglesa de Eleutheria, pero, finalmente, al fracasar en el intento, consideró más justo que saliera primero en la lengua original Beckett reúne en esta obra en tres actos todos los ingredientes de la dramaturgia burguesa : trama, personajes, conflictos, situaciones, diálogos y convenciones, para someterlos a una sarcástica operación de desguace. El joven Victor Krap ha abandonado, sin motivo aparente, su hogar, su familia, su trabajo, su novia… y se ha recluido en un miserable cuartucho de pensión para alcanzar una imposible libertad (en griego, Eleutheria), Allí acudirá una insólita galería de personajes -incluidos un espectador y un torturador chino-, que intentarán que Victor se explique para que la obra tenga sentido.