En 1963 ;cuatro años antes de la publicación de Cien años de soledad; apareció en México una novela singular, historia de amor sombría, misteriosa, que cambió el tono de la narrativa mexicana de tan profunda y sorprendente manera como Pedro Páramo de Juan Rulfo. Me refiero a Los recuerdos del porvenir [...]. La asombrosa novela de Elena Garro es gótica y barroca [...]. Más que una crónica ;que sí lo es, de la Revolución Mexicana y de la guerra de los Cristeros; es una nostalgia y una soledad, es la voz de un pueblo iluminado, hallado y perdido, que habla en una primera persona desesperanzada y triste [...]. Una familia y otra familia, más las amantes solitarias, el loco del pueblo, las cuscas, los soldados, las beatas, un cura y un sacristán, más un campanario y una joven endemoniada de amor por el general Francisco Rosas, constituyen los solistas, las parejas y las comparsas de esta bella, ebria y condenada Danza de la Muerte. Es una tentación decir que la novela de Elena Garro queda como una extraña partitura que García Márquez años después ejecutó a gran orquesta. No hablo, por supuesto, de influencias sino de concordancias. Ambos novelistas comparten el conocimiento secreto de la comunicación con el submundo de la realidad fantástica latinoamericana. Fernando Alegría