1492 fue un año para no olvidar. Jamás lo olvidaron los devotos de dos de las tres religiones con que contaba la península ibérica en aquel momento. Aún hoy, entre sus descendientes, las palabras Sefarad y al-Ándalus hacen temblar sus labios y en su lengua se agolpan los ecos de oraciones lejanas. La decisión de los Reyes Católicos de expulsar a los judíos españoles y culminar el proceso de la Reconquista arrojando fuera de la península a los musulmanes aún tuvo continuidad en los siglos siguientes con la persecución a los judíos conversos y a los moriscos. La España expulsada dejaba tras de sí la huella imperecedera de extraordinarias personalidades cuyo ingenio alcanzó cimas inexpugnables hasta entonces en los más variados campos del saber. Personalidades como Maimónides, Hasday ibn Saprut , Moisés de León, Averroes o Ibn Arabi, son solo algunos nombres de la larga lista posible de espíritus universales que siempre formarán parte de la historia de España. La convivencia de tres religiones es uno de los rasgos definitorios de la edad media española. Y aunque aquella convivencia cultural y religiosa no fue siempre idílica, el roce continuo provocó influencias mutuas, hasta el punto de que el judaísmo y el Islam no fueron iguales tras su paso por la península, ni la España naciente podrá ser entendida sin la herencia de los dioses expulsados.