La vida de Gustavo Durán podría resumirse en las tres actividades que desempeñó, músico, militar y diplomático, pero no se le haría justicia, pues sobre su biografía recayó el protagonismo de todo un siglo. Durán fue compositor y músico, discípulo de Falla; amigo de Lorca, Alberti y Buñuel; comprometido simpatizante de la República; intelectual reconvertido en militar por la Guerra Civil y una de las referencias del Ejército Popular. Tras la derrota, exiliado por siempre de su país, vivió con Hemingway en La Habana y estuvo al servicio de la diplomacia norteamericana en algunos de los países más convulsos de América Latina: la Cuba prerrevolucionaria y la Argentina que llevó a Perón a la presidencia. No obstante, fue perseguido por McCarthy durante el periodo álgido de la caza de brujas, y vivió la contradicción de ser hostigado tanto por el franquismo como por una parte de sus compañeros de armas y destierro. Acabó sus días en Grecia como alto funcionario de las Naciones Unidas, en cuyo nombre supervisó el violento proceso de descolonización del Congo belga.
La historia marcó su vida sin renunciar a la leyenda que siempre le acompañó, desde niño. Una leyenda que fabuló sobre su homosexualidad, sobre sus hábitos refinados, sobre su filiación comunista y supuestas actividades en favor de la URSS o sobre ficticias delaciones a la administración norteamericana. La misma vida que alimentaba las páginas más hermosas de dos obras maestras de la literatura del siglo XX: Por quién doblan las campanas y La esperanza.
La extraordinaria biografía de un hombre extraordinario.