El nazismo no ocultó ninguna de sus grandes líneas maestras, ninguno de sus objetivos cargados de nihilismo, resentimiento y destrucción (como tampoco lo hacen hoy el fundamentalismo y ciertos neopopulismos). En este aspecto el nazismo fue coherente: publicó pormenorizadamente y sin complejos sus planes futuros, pues desde la cosmovisión nazi sus principios y valores no eran vergonzantes sino más bien todo lo contrario. ¿Por qué ocultarlos entonces?
Resulta bastante sorprendente que no se haya publicado hasta ahora un diccionario que desarrolle las biografías de los principales protagonistas del nazismo y III Reich. La tarea, sin embargo, no es fácil, pues el nazismo no se circunscribe a los doce años que duró el III Reich (1933-1945) sino que puede remontarse al siglo XIX o prolongarse hasta hoy en día, especialmente en lo relativo a la captura de criminales de guerra. Tampoco el nazismo puede ser reducido al ámbito geográfico de Alemania y Austria. Hubo nazis y simpatizantes del nacionalsocialismo en casi todos los países europeos, algunos de ellos con una sólida tradición democrática. Tampoco fue el nazismo un movimiento exclusivo de políticos y militares. Hubo nazis y opositores al régimen en todos los estratos sociales y profesionales. La "banalidad del mal", según la expresión de Hannah Arendt, cubrió todos los ámbitos de actividad social en la Alemania nazi y en el mundo en guerra.
Este diccionario analiza pormenorizadamente más de medio millar de vidas, incluyendo rasgos relevantes de personalidad y carácter, así como citas o extractos de documentos alusivos a los protagonistas, los hechos más importantes en su carrera y en muchas ocasiones una valoración moral de sus actos. Al profundizar en las vidas de personas que vivieron momentos tan difíciles, resulta inevitable extraer la verdadera esencia de la virtud y del vicio, del bien y el mal. Sin relativismos. De este modo, y sin pretender que esta obra sea un tratado de filosofía moral, sí debería servirnos para concluir que hay acciones indudablemente buenas y otras innegablemente malas. No todo es relativo. La mejor manera de combatir dialécticamente la tiranía es conociéndola. Aprender de quienes se opusieron al nazismo con valor y hasta sacrificando su propia vida es también una forma de defender las siempre frágiles libertad y democracia.