Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.) fue y es un personaje discutido. Para unos habría sido un político inconsecuente e intolerante, un ególatra insufrible; para otros, un luchador incansable por unas ideas de libertad, por un modelo de sociedad y de hacer política que se desvanecían; para todos, un orador de enorme talento, retórico experto y aceptable filósofo, un inquieto intelectual de conocimiento enciclopédico, fundamental para entender, no sólo la cultura romana del período tardorrepublicano, sino su perduración hasta nuestros días, puesto que se trata sin duda del autor latino más leído en todos los tiempos. Esta biografía estudia ante todo a Cicerón en su faceta de político, al advenedizo procedente de Arpino que logró hacerse un hueco entre la elite de Roma hasta alcanzar la gloria del consulado en el año 63. Sin embargo, los cientos de cartas de su correspondencia que han llegado hasta nosotros hacen posible mostrar asimismo el lado humano del personaje como de ningún otro en la Antigüedad. Esto permite observar al terrateniente preocupado por sus finanzas, al hombre público que anhela hallar un lugar de privilegio en la Historia, descubrir en él el amor por su familia y la fidelidad hacia sus amigos, y hacerse preguntas tan personales como si Cicerón era xenófobo o tenía creencias religiosas. Permite entrar en sus sentimientos hasta llegar incluso a poder psicoanalizarlo para encontrar a una persona leal, vanidosa, indecisa, racional, tenaz, insegura, un animal político con virtudes y defectos que no dejaron indiferentes ni a sus contemporáneos, ni a quienes se han ocupado de él con posterioridad hasta nuestros días.