La apacible tranquilidad del rey Arturo se ve interrumpida por el maestro de obras de Ricomonte y su cuadrilla. Ginebra opina que el palacio ya va necesitando unas reformas y esto trae de cabeza al rey. Y es que, como se suele decir, las obras se sabe cuándo empiezan pero nunca cuándo acaban.
Por si fuera poco, san Jorge se presenta en el palacio de imprevisto, dispuesto a contar sus grandes hazañas contra los más temidos dragones. Le sucederán varios matadragones con iguales pretensiones, que invaden la tranquilidad del paciente rey Arturo. Temblores de tierra, derrumbamientos y un dragón muy peculiar, cambiarán la vida en el palacio.