esde chico Esper había aprendido a no hacerse notar. Muchas veces le había confesado al Hombre de los pies-murciélago que él era un camaleón. Que podía ser banco, pared, pasto, ventana. Sobre todo en la escuela. Era invisible en la escuela. Era un artista en el oficio de pasar desapercibido. Nunca una opinión. Jamás una risa. Nada de movimientos bruscos. Nada. Sin embargo, lo veían. Muchas veces lo veían. Porque querían verlo. Lo buscaban. Había también buscadores de camaleones, era cierto. Tenía que estar alerta nada más