A lo largo de la tarde que Payasa pasa sentada en un banco en el parque, se irá fijando en lo que acontece a su alrededor. Su mirada irá pasando de una mamá pato a unos jóvenes enamorados; de un niño que le tiene miedo a un perro a una flor. Payasa observa, reflexiona, al mismo tiempo que sonríe y llora bajo su roja nariz.
El parque se le presenta como un microcosmos en el que la vida se manifiesta exultante, de manera que esta obra le propone al lector una reflexión acerca de los hilos que entretejen la realidad y al mundo del que somos parte, en la línea con el pensamiento de filósofos y hasta científicos como Albert Einstein que aprecian la fundamental unidad entre todas las criaturas, entre todas las cosas.
Los lápices y las acuarelas de Cristina Pérez Navarro iluminan el diálogo interior de la protagonista generando unas imágenes luminosas y envolventes.