Vivimos un tiempo de confusión, saturación, agitación, superficialidad, confrontación y polarización, sin rumbo, sin norte y necesitados de un sentido que no sabemos dónde encontrar.
En los últimos siglos, hemos construido una sociedad saturada de bienes materiales y extremadamente financiarizada convirtiendo nuestra existencia en una carrera con poca conciencia de que vamos “hacia ninguna parte”. El incremento de inquietudes y necesidades sociales, disfrazadas de consumo, nos lleva a buscar la inclusión, el acoplamiento y el reconocimiento social en una lucha de la que resultan nuevos ganadores y muchos perdedores, insatisfechos o excluidos. Unos y otros, desde el éxito o desde el fracaso, con sus formas de interacción social, han dinamitado el contrato social que hasta ahora habíamos tenido por bueno, mientras seguimos pendientes de definir el nuevo contrato para una sociedad rica, abierta y global.